Friday, December 28, 2007

Una muerte natural (psá… una más).


Desde Zacatecas, México, a 9.400 Km de distancia, esperamos que esta carta al director de El País publicada en la edición internacional del 27 de diciembre de 2007 les remueva algo.


El día antes de Nochebuena, en Madrid, a la misma hora en que miles de personas dormían hartas de haber comido y bebido, una indigente de 41 años moría en plena calle, sobre un colchón raído por la pobreza. Dicen los médicos que la atendieron que la causa no fue el frío; tampoco vieron en su cuerpo signos de violencia física (la otra no se ve). Fue, declaran, de muerte natural.

¿Natural? ¿Es natural que en la sociedad de la sobreabundancia se deje morir de soledad, entre el bullicio del despilfarro, a los más desprotegidos? ¿Qué mejor fin se puede dar a los fondos públicos municipales y autonómicos que el de recuperar vidas humanas? ¿Por qué las ONG de carácter asistencial no recorren las calles de la ciudad, día a día, para auxiliar a las víctimas de la insolidaridad imperante? ¿Y la Iglesia católica? ¿Qué hacen sus sacerdotes durante estas fechas, además de encender el belén y decir la misa del gallo?


Todas las navidades me acuerdo de Plácido, la magistral película de Luis García Berlanga sobre la caridad en tiempos del franquismo. A ver si se anima algún otro y, ahora sin censura, retrata las miserias del neoliberalismo (que no de la democracia) en toda su crudeza.


La ilaha illa Allah, nada dura eternamente. No hay ordenes establecidos que perduren. ¿Y si nosotros, blancos europeos, estuviéramos bajo la bota? Las cosas se verían y soportarían de manera muy diferente…
En fin; que no se les atraganten las uvas, querid@s.