Wednesday, September 19, 2007

Lo que no se vea en Ciudad Juarez...

Lunes 17 de septiembre. El gran día. Nos levantamos pronto, a las 4:40 am.




Linda, la habitación del hotel Fiesta Inn. Muy limpia y espaciosa.





Bonito mármol en el baño.








Ducha, ropa limpia, y al consulado.

Mapa en mano, tiramos hacia el consulata gringo, que no estará a más de diez minutos andando. Tres hombres venían en sentido contrario, de blanco y negro, rostros cansados: camareros de algún restaurante. Preguntamos, para ir sobre seguro.

-Sí, es por acá, pero está muy feote…
-No creo que a estas alturas me vayan a secuestrar, caballero.
-No se fie; está bien oscurotote… mejor vaya por Triunfo de la República, aunque tarde un poco más…


Hicimos caso a los paisanos. Secuestrar, no; pero robar, sí. Con la pinta que tenemos y la zona en la que andamos, somos un turista gringo (=tarjetas y dinero en efectivo encima).

Pensando en ese lindo sufijo –ote, tan mexicano, en 11 minutos llegamos al consulado. La cola ya es de tres cuadras.

Durante las cuatro horas que duró nuestra estancia en la calle, fuimos testigos del ingenio mexicano para salir adelante en sus humildes negocios: hombres y mujeres deambulaban entre las filas de personas que esperaban, vendiendo sus productos: bolígrafos, pegamento y caramelos; una señora paseaba su bandeja con “cafesito caliente, mansanillita resién”. Cuando los agotaba, iba a su bar a por más.

Carritos de helados, puestos ambulantes de comida. Por los altavoces de la furgoneta “Aquy, mi güera” (literal) una voz rota no descansaba: “Todo casero: tamales, quesadillas, burritos, gorditas, elote bien picoso; hay cafesito, mansanilla, soda, agüitas. Estamos en el camionsito blanco de la esquina. ¡Pásele!”

Los ruinosos edificios frente al consulado ofrecían rellenado de formas, servicios migratorios, habitaciones económicas, baños, fotografías, perdones (?), viza lazzer (¿?) y laques (¿??).

Llegados a la ansiada puerta, la pregunta de seguridad: -¿lleva cámara, celular, llaves, cinturón? Aquí no se permite eso. -Bien, dígannos donde tienen un servicio de taquillas (locker, en inglés). -Aquí no tenemos eso. Vaya enfrente.

“Enfrente” es una casa de comidas, donde hacen buena birria (cordero asado en su jugo con hoja de pita) y buen menudo picoso (el equivalente a los callos castellanos). Entramos. Oscuridad y un olor a caldo de res, intenso.

–Dispense, caballero; necesito una taquilla. -¿Mande, mija; una qué? –Un sitio donde guardar esto. –Ah, un laque. ¡Mario! ¡Un laque para la señorita! Pásele a la cocina, por favor.

Los cocineros nos miran con amabilidad. El que parece que corta el bacalao, saca una bolsa de plástico de supermercado –Ponga aquí sus bienes, por favor. –Oiga, ¿seguro que…? –Por supuesto, mija. No se preocupe. Ate la bolsa.

Y la colgó de un clavo, en la pared. Varias bolsas de supermercado pendían de otros clavos. Eso es un laque, una taquilla de seguridad, un locker a la mexicana.


Nos entrega un contundente resguardo, un pedazo de hoja de periódico en el que reza "ca mara selular yaves". Es una pena que lo tengamos que entregar cinco horas después.

-No es por desconfiar, pero, ¿aquí estará cuando salga?
Se vuelven los cocineros, cuchillo en mano. –Aquí nadie toca nada... Antes muertitos.

Regresamos a la puerta del consulado con un reconfortante nudo en la boca del estómago.

¡P’adentro! Nos desvían al sector de “no mexicanos”. Seríamos unos 50. Indios, pakistaníes, algún chino, un sueco… oímos hablar en árabe detrás nuestro. Entrega de papeles, foto, toma de huellas dactilares (¡otra vez!) En dos años y medio en EE.UU. nos han tomado las huellas más que en 37 años en España… -Tenga este número (7038). Pásele al corralito hasta que la llamen para la entrevista.

El corralito es el patio del consulado, cubierto con uralita de la que penden unos grandes ventiladores –apagados. Sillas de bar agrupan a la gente, en grupos de quinientos. Parsimonia en el avance de números. Sacamos la novelota y nos abstraemos en la lectura. Entonces se hicieron las 12 en punto del mediodía, y…

…y los ventiladores empezaron a funcionar, descargando chorros de agua que las aspas esparcían. Una ducha forzosa que nos obligó a guardar el libro.




Los mexicanos, gentes acostumbradas a soportar lo indecible, optaron por echarse a reír. Y qué íbamos a hacer. Reír también. Los pakistaníes se miraban unos a otros con los ojos muy abiertos; ponían cara de no creerse lo que estaban viendo, y terminaron riéndose. Bajo la obligatoria lluvia, todo el patio se reía de tanta absurdidad y ridiculez…

Por primera vez en nuestra vida, tuvimos la sensación de estar en un campo de concentración. ¿Tendría desinfectante el agua de la forzosa ducha? –Oh, c’mon; man.

A las dos y cuarto alguien cantó “siete mil treeeeinta y ochoooooo”. ¡Mi gordo! Allá vamos. Tras el cristal blindado, la agente ojeaba el pasaporte. -¿Documentos? –Here you have.

Ni los mira. Busca la waiver, no le interesa nada más, ni el I-29, ni carta de apoyo del distrito, nada. -¿Cuántas veces ha entrado ilegalmente en los Estados Unidos? –Ninguna. -¿Seguro? –Yes, ma’am.
-¿Cuántas veces ha entrado legalmente en los Estados Unidos? Please explain.
–Twice, ma’am. The first one, in 2003, with a F1 visa, in order to learn English, in Baltimore, Maryland. The second one, in 2005 with a J1 visa, thru Miami, Florida, with a labor contract under my current sponsor, Fort Bend ISD.
–Yeah, I see. Pero, ¿seguro que no ha entrado ilegalmente, are you sure?
-(jodeeeeer, pensamos, qué perra le ha entrado), Never, ma’am.

Sin mirarlos, nos devuelve los documentos, menos el pasaporte. Cancela la visa J1.

–Le concedemos la H1B. (Anda, creíamos que ya la teníamos concedida por la Secretaria de Estado, así rezaba en nuestros documentos públicos). Tome el resguardo y venga mañana, a la hora señalada. –I will. Thank you, ma’am.

Tardamos tiempo en caer que la agente nos había hablado en español y nosotros le respondíamos en anglo…

2:40 pm, salimos al exterior, respiramos; en la calle hay menos calor que en el interior del consulado. Se oye a lo lejos la incansable voz rota “…gorditas, elote bien picoso; hay cafesito, mansanilla, soda, agüitas. ¡Ande, pásele!”

A por el laque. En cuanto entramos en la cocina, nos entregan la bolsa de supermercado.



–Ándele mija, compruebe si está todo. –Está todito, usted dirá. -50 pesos, mija. –Señor, ¿se fía de mí? –Claro, mija. –Pues, sin conocerme de nada, por favor, deme un billete de 100 pesos.


El cocinero jefe arquea una ceja intrigado, abre la caja registradora y nos entrega 100 pesos, sin rechistar. Le damos un billete de 200. –Estamos en paz. Muchas gracias por todo. – Dios la bendiga, mija… buen viaje de regreso.
Fuerte y cordial apretón de manos. Hasta siempre.


Viva México. Viva su gente, humilde, verdadera.



Sin pasaporte hasta mañana a las dos de la tarde, sin ganas de hacer nada tras nueve horas de consulado (calle + interior del edificio), volvemos al hotel.

A eso de las seis, se nos antoja dar una vuelta, aunque sea en coche por las tres principales avenidas, Triunfo de la República, Américas, Rafael Pérez Serna.

Los autobuses municipales son viejos y repintados autobuses escolares gringos.



La tarde era preciosa.

¿Y esto?


(Abajo): omnipresente alcohol en la publicidad…




Los mexicanos entienden por “llanta” lo que para nosotros es un neumático, y llaman “rin” (del inglés rim) lo que para nosotros es una llanta… ¿Aclarado el entuerto?




Religiosidad local, necesaria proteccion al salir al balcón: no hay balcón.




Aquí están construyendo una plaza de toros. Qué lástima.




Avenida de las Américas, hacia la frontera. Ésa es la banderota que se veía desde el mirador de El Paso, TX.

Mirador en el parque de Chamizal. Las montañas Franklin y El Paso, TX, al fondo.

Estamos a 200 m. del río Bravo.

Nos acercamos a ver esa mortífera frontera.





















Realmente es un canal, prácticamente aterrado, se podría pasar andando, salvo por la pronunciada pendiente de cemento. Luego nos daríamos cuenta que son dos canales en paralelo separados por una vallada carretera policial, pero eso no se ve desde la orilla mexicana.



Trampa mortal.


Recorremos el borde mexicano del canal, unos cuatro Km.





























El Puente Internacional Córdova de las Américas visto por debajo.

Si usted lo dice…









Bajo el abandonado puente ferroviario, viven unos muchachos esperando el momento. Les señalamos que íbamos a fotografiar, les dimos tiempo, nos hacen la señal de la victoria y se esconden tras el pilar.
Con sugestivos nombres (“Serpiente Venenosa”, “Cárcel de Piedra”), los barrios juarenses junto al canal muestran una gran pobreza.













Llega un momento que el río se ensancha. No hace falta valla ni presencia policial. Para qué. Las corrientes del Bravo hacen todo el trabajo. Debe haber ahi unos lodazales que tragan hasta elefantes.


Ha anochecido, regresamos al hotel. Aprovechamos para dormir lo máximo posible. El martes 18, antes del check out de las doce, dejamos bajo la almohada todos los pesos que tenemos. Realmente, el hotel Fiesta Inn esta' impecable.


Martes 18, una y media de la tarde. Camino del consulado, en la avenida López Mateos, se sucede este amargo grito. Lo hemos visto en otras partes de la ciudad. No hace falta que les contemos qué horror está pasando en Ciudad Juárez, con absoluta impunidad.























El edificio blanco es el consulado, ya sin las colas de hoy, a las dos de la tarde.

Detalles de la acera de enfrente…

















y la cola para mañana.















Pasaporte en mano, directos a la frontera. Mejor dicho, a la cola de la frontera.




















El champán gringo alivia la sed de la abuelita.





Este caballero hace unas limpias del coche por la voluntad.












Kioskero.

Ahora es el único momento que vemos, en efecto, los dos canales.













Menudo sarcasmo.






Si es que la vida es una cola... y una raya en el agua.








Aduana gringa.

Dentro de diez minutos, a las 4:45 pm, estaremos dentro de los EE.UU., con ya con plena visa H1B.










Las montañas Franklin tienen un teleférico. Vamos allá, pero los martes cierran. El agente forestal no sabía cómo disculparse (sorry about that, sorry about that...) No se preocupe, hombre. Otra vez será. Ultima vista de El Paso, TX, y algunas casas en el camino a la I10.




















Realmente, el estilo es de La Cañada o La Eliana.












Las casas elpasenses son más parecidas a las de las urbanizaciones valencianas que a las de las zonas residenciales de Houston, TX.






I10, otra vez, hacia Austin, TX.












No nos acordamos de los nombres de los montes. Da igual. Son todos tan hermosos...




Disfruten los paisajes,












el cielo,







el arco iris...





















A medianoche, tras 500 millas -800 Km.- el agotamiento llega en Junction, TX. Un camping KOA nos recibe. Dormimos al pairo, con las estrellas de techo. El problema fue que el late arrival lot estaba junto a una granja –que no se veía, al ser noche cerrada-, y a las 4:30 am el quiquiriquí de los gallos nos despertó. Mmmfff… media vuelta. Dormitamos hasta las 6:30, entre estridentes quiquiriquíes y alegres cua-cuas.



En la oficina del camping nos ofrecen un café buenísimo mientras hacemos cuentas. Fuera, los patos disfrutaban su piscina y su derecho de paso preferente (xing).








A las doce y media del mediodía llegamos a Austin, la capital de Texas. Volvemos a ver su Capitolio, como en 2005, recién llegados a Estados Unidos.



Tras el Capitolio está situado el edificio de la TEA, Texas Education Agency, y allá vamos, para actualizar nuestra situación migratoria. Nuestro Asesor del Gobierno español, D. Enrique Contreras, tan amable y caballero como siempre, nos invita a comer y en agradable conversación pasan volando dos horas.






En camino, otra vez. Se acabaron las montañas, volvemos a la llanura, esa hoja de papel donde está Houston…






Con lo llovido, es pan comido, lo que queda de viaje…
Ya estamos en casa, alhamdulillah.








Adiós, visa J1.

Hola, visa H1B.

Ha sido un gran paso. Otros interrogantes y retos se nos presentan. Sin más dilación, empezaremos el papeleo para nuestro próximo objetivo, conseguir el estatus de residente. La llamada Green Card nos llevará unos cuatro años de gestiones. Dios dirá.


Un saludo a todos.