Wednesday, August 20, 2008

De open houses, refugiados, obesos, hipotecas y ladrones...









Pues, sí, es otra casita... Una vieja amiga nuestra, una de esas casas norteamericanas que ocupan mucho espacio y no dicen nada...


Open house el próximo domingo 24 de agosto, esto es, una "jornada de puertas abiertas", donde la gente puede entrar libremente en la casa, mirar las habitaciones mientras toma un café o un refresco y degusta un curasán... hacer preguntas, hacer números, incluso firmar contrato de compra. Estas sesiones suelen durar dos horas, pero las nuestras son de cuatro, ¡faltaría más!

Kurotora se tragará un mínimo de seis on site, y dos o tres más outside, porque hay intendencia que encargar, comprar, llevar y traer; menos mal que ya le agarró el tranquillo al asunto (este será nuestro cuarto open house; el tercero totalmente solos) y las cajas con el material, alimentos, cableado, papelería, ya están permanentemente organizadas debajo de la segunda mesa del comedor de casa (¡hasta las cafeteras eléctricas!) Además, llevamos semana y media de promoción online, desde el consabido yutu', pasando por la asociación houstoniana de realtors, y las megapáginas de anuncios gratis (Craigslist, Backpage, Trulia, etc.)

El Real Estate norteamericano es un mundo curioso. Mucho paripé y mucha hipocresía. ¡Ah! Pero, ¿no estábamos hablando de un high school? Oh, dita idiosincrasia estadounidense. Así que ahí esta' la Kuroto, montando vídeos para parvulitos, idiotizados gringos con dinero o con posibilidades de hipotecarse hasta las cejas por autojustificarse. Hay que vender, vender para sobrevivir; hay que vender fabulosos vecindarios de casas nuevas, de ladrillo (!!!), con césped impecable, el sueño americano, el éxito económico. Pero cuando Kurotora sale al encuentro de estas casas, sólo ve vacios bulevares, aceras desiertas, calles muertas. Todos metidos en su casa y cerrados con llave, viendo televisión.

En los campos de refugiados de Cisjordania, Palestina, la vida bulle. La gente vive en unas condiciones pésimas, que a ustedes les escandalizaría si las vieran. Pero entre tanto barro, chabolas y destrucción, bajo la ocupación militar y violencia de Estado, queda vida, queda esperanza, se oyen risas; raquíticos críos juegan a las chapas, se mezcla la ropa tendida de unos y otros, huele intensamente a comida;
el viajero es invitado a pasar a los chamizos, a las chabolas, a las casas de techo de uralita, es agasajado, no importa su origen, ni su lengua, ni su religión; ni lo preguntan. La hospitalidad y generosidad extremas son la columna vertebral de la sociedad árabe. Esto lo vivió Kurotora en 1995.
Entre tanta cuerda floja, la vida.

En los barrios residenciales de Houston, Texas, las calles están desiertas. El césped (variedad Sainte Augustine) está impolutamente cortado, los árboles podados, las rosas tejanas brillando, los aspersores automáticos regando, las casas son palacetes como el del vídeo, y uno baja del coche y nota el silencio, un pesado silencio, una total soledad. Si Kurotora gritara, nadie saldría. Huele a nada -en todo caso, cuando viene viento del sureste, a lo que huele la ciudad más contaminada de EE.UU., a cocido de refinería de petróleo-; y, si pasean por los desiertos bulevares con su Sainte Augustine perfectamente cortada, al rato aparecerá un coche patrulla y un amable pero firme policía les pedirá la documentación, porque... algún obeso vecino les vio por la ventana y sospechó... Oh, alguien paseando y mirando casas... ¿un ladrón? ¿un pederasta? ¿un secuestrador? ¿un raro? Sí, un raro, porque pasear por pasear... no se entiende. O ustedes están en casa, o en el coche, o en el trabajo, o consumiendo en los centros comerciales. En las calles no debe haber nadie.


Entre tanta opulencia, la muerte.

(sigh!) Suspiro.

En fin... chicas, chicos, disfruten el vídeo y su banda sonora (lo mejor! ;-D).

k

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