Tuesday, July 24, 2007

De Houston, TX a New Paltz, NY (I)

Bueno, ya estamos aquí… Ha sido una pequeña odisea de 4 días, un palizón para la espalda, una borrachera de conducir. Pero ha valido la pena, vaya si la ha valido… Solo el paisaje mereció la pena. Se pueden quitar todos los cursos intensivos de verano de en medio, sean de árabe, de inglés o de swahili.

Jueves 19 de julio de 2007.
Houston, TX – Hot Springs, AK. 457 millas (735 Km).


Teníamos pensado salir de Houston por la mañana tempranito, pero llovía, Dios cómo llovía… Nuestros atisbos al coche desde el jardín delantero del condominio no pasaron desapercibidos para José Máximo, el encargado de mantenimiento. Y nos gritaba “señorita, ¿no puede llegar al carrito?” Pues no, no podíamos llegar al carrito. El aparcamiento era un mar. Maleta, tienda de campaña, saco, libros, cuadernos, comida… todo estaba empaquetado y listo en el salón del apartamento, pero, ¿cómo cruzar el mar?

A lo largo de la mañana, José Máximo seguía trabajando, y la lluvia arreciaba. “Ande, hombre, deje de choparse y venga a tomar un café”. Media hora compartimos con José Máximo en casa, con café chapaneco y recuerdos de El Salvador y España. José se empeñó en llamarnos por teléfono (casi) todos los días, para quedarse tranquilo, estar al tanto de nuestra seguridad y tenernos al corriente de novedades en casa. Y asi fue durante todo el viaje.

La mañana aun dio’ de sí para contactar con la familia, con Mister Blue (¡cómo te echamos de menos!), leer El Pais de arriba abajo; pasar otra vez el aspirador por la moqueta; la cadena Ser permanentemente de fondo.

Sonaban desde España las campanitas del boletín de las nueve de la noche cuando empezó a escampar. Ahora o nunca; oh, yeah. Encarado el Toyotín a la puerta, la carga fue rápida. No nos hizo falta mirar hacia arriba. Apoyada en la barandilla de su terraza, Godzilla escrutaba esos movimientos mientras gritaba despreocupadamente por su móvil. Tiene motivos para estar contenta; 20 días por delante para atronar el bloque con su chunda-chunda de música rap día y noche, sin temor a que Kurotora llame de nuevo a la policía. A las tres y media de la tarde, al fin, encarábamos la avenida Westheimer hacia la 59 norte.

Seis horas más tarde, sin novedad, cruzabamos Marshall, TX, el pueblecito “con los mejores yacimientos de arcilla roja de Estados Unidos” -según Google- y por los que preguntamos a finales de mayo, tienda tras tienda, casa tras casa, y todos se encogían de hombros, mirándonos como si fuéramos marcianos.

Dejar Marshall es dejar el condado de Harrison y entrar en el de Marion, cara a Texarkana, ciudad limite de Texas con Arkansas.





Este es el cielo de Marion, Texas, a las nueve y media de la noche:




La noche total nos dio la bienvenida a Arkansas.




Al salir de Texarkana y entrar en Arkansas, dejamos la 59 y tomamos la interestatal 30. No nos interesa viajar usando interestatales, aunque sean mucho más cómodas. Preferimos carreteras viejas, ciudades más ignoradas y paisajes más agrestes. Sin embargo, la noche era cerrada, de noche (casi) todos los gatos son pardos y el cansancio aun no había hecho mella. Interestatal se ha dicho. El radar no captó ninguna patrulla y aceleramos con intención de llegar lo más cerca posible a Little Rock.

Y pasamos por Hope, “ciudad orgullosa de ser la cuna del presidente Clinton” -así reza en la entrada-, y por Arkadelphia, por Caddo Valley... Referencias a Clinton tachonan toda Arkansas.

Caddo Valley fue el punto de inflexión. Un desvio a Hot Springs y a los montes Ouachita. Alli pescamos, por el rabillo del ojo, un camping. No se hable más. Entramos, todo a oscuras excepto unas pocas farolas y la tele del vigilante. Rellenado del late arrival application, al buzón de recepción, y para adentro. Plantamos las picas entre dos fenomenales e inmensas roulottes. Nos metíamos en el saco a las 12 de la noche. Exactamente. Tras 457 millas.

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