Wednesday, July 25, 2007

De Houston, TX a New Paltz, NY (III)

Sábado 21 de julio de 2007.

Mammouth Cave National Park, Kentucky – Erie, Pennsylvania – Shore Haven, New York. 693 millas (1.115 Km).

Se nos pegaron las sábanas, again. A las 7:30 se estaba muy bien dentro del saco. Un silencio… y un fresquito…
Sin embargo, es una buena idea levantarse pronto, si vives en un camping. Dispones de más espacio en las duchas, y más tiempo bajo el agua caliente, sin la preocupación y la prisa por haber personas esperando. A las 8:45 empaquetábamos los bártulos y pasábamos la última tanda de fotos al disco duro.


Mammouth Cave National Park es el sueño del aficionado a la espeleología. Prácticamente todo el Estado de Kentucky esta’ horadado por cuevas. A pocas millas del camping donde pernoctamos, en el mismo parque nacional, se encuentran las Diamond Caverns. Atractivo nombre, así que nos acercamos. Como todo negocio gringo que se precie, la tienda de regalos está muy bien surtida y en ella te hacen esperar el siguiente turno de visitas a la cueva, que fue a las 9:30.


Brett, un chaval de 22 años, era nuestro guía. Éramos un grupo de 15 personas, y en la cueva, el chico desgrano’ su bien aprendida letanía de historias, juegos de palabras, dejarnos a oscuras (ooooooh, los gringos), encender luces aquí y allá, todo el rollo. Es sorprendente el culture shock. Brett ilumina unas espectaculares estalagmitas y pregunta: ¿Qué les parece estooooo?” Nosotros pensamos en tres sepias una encima de otra, pero los demás turistas gritaron al unísono: “three ice creams!” (¡tres helados!) A lo que el guía asintió: “¡Sí, señores! ¡Tres helados tamaño Texas!”

Como tejanos adoptivos, nos quedamos sorprendidos. El tamaño King size se considera Texas size o Texas style, entre los no tejanos. De hecho, le corresponde en justicia.

De las Diamond Caves salimos a las 10:20, y arrancamos el Toyotín con la idea de cruzar Ohio y llegar lo mas lejos posible. Es un viaje considerablemente mas largo que los dos anteriores. De las cuevas a Cincinnati, ciudad fronteriza entre Kentucky y Ohio, hay 212 millas largas, y luego nos espera el Estado de Ohio, que no es pequeño (¡aunque tampoco es Texas size, a Dios gracias!) Por eso, tomamos la interestatal 65 a la capital, Lexington-Lafayette, y de Lexington saltamos a la interestatal 75, hacia Cincinnati. La atisbamos a las 3:30 de la tarde. No paramos, y entramos en Ohio.

La interestatal 75 se pierde en Michigan, por lo que, si queríamos ver el lago Erie, la mejor opción era seguir escopeteados otras 200 y pico millas hacia Dayton-Lima-Findlay-Toledo, OH. Y tan escopeteados, como que nos liamos en el periférico de Toledo y enganchamos para Detroit… ¡da media vuelta en cuanto puedas! Si, pudimos rectificar. A las 6:30 de la tarde buscábamos el puerto de Toledo, en la Bahia de Maumee. No fue posible aparcar en el Harbor (los puertos son considerados zonas estratégicas, y si te ven con una cámara, tienes que dar demasiadas explicaciones) y desistimos.

Mirando el mapa, decidimos seguir por la carretera local 2, que corre paralela al lago Erie, y ya veríamos si podríamos parar en algún lado. La oportunidad apareció media hora después, en Cedar Point. Por primera vez veíamos el lago Erie.

Era el lago Erie, sí, pero en un puerto turístico bastante abigarrado. Muy domesticado estaba eso. Mucha lancha fuera borda, mucha barbacoa y mucha radio a toda pastilla. Sigamos por la local 2.

Y la siguiente fue en la frente: al rato de seguir al volante, pasando el pueblecito de Oak Arbor, aparece un sospechoso cilindro de vapor sobre otro más sospechoso cilindro de hormigón. ¿No será eso una…? Yeah, es una central nuclear, la Davis-Besse Nuclear Power Plant. Terminantemente prohibido parar frente a ella, y no les digo sacar la cámara. Disfruten esta foto tomada de “extrangis” desde el coche.

Por cierto, en los alrededores hay chiringuitos donde some fine folks venden fruta ecológica…

30 millas más al Este nos encontramos con la península (e isla) de Catawba. Al fin pudimos sentarnos un buen rato frente al lago Erie.

Son las 8:15 de la tarde. ¿Seguimos? Si, por que no. Seguimos por la local 6, bordeando Erie, hacia Cleveland. Entramos en el periférico de Cleveland a las 9:31. Ya es noche total. Evidentemente no va a haber un camping en pleno centro de la capital de Ohio. No hay otra opción, seguir tirando millas para adelante, al Este, al Este…

Esta es Cleveland,Ohio, por su periférico, desde el coche:

Al ser noche cerrada, saltamos del periférico de Cleveland a la interestatal 90, que también corre pararela al lago Erie, hacia Pennsylvania. Salimos del Estado de Ohio a las 11 y cuarto de la noche, entrando en Pennsylvania. El cansancio ya se hace notar. Nuestra idea era llegar a una ciudad de Pennsylvania que se llama precisamente Erie, a la que las guías de viajes alaban por sus paisajes y la espectacular península y parque nacional de Presque. Era cuestión de aguantar 50 millas más. Vengaaaa….


¡Medianoche en Erie, PA! ¡Bien! Jo-jo-jo… eso era lo que creíamos. Cruzamos el casco urbano de Erie y enfilamos la península de Presque. Desde luego que debe ser hermoso, porque los dos campings de Presque –uno enfrente del otro- estaban a tronar. Coches aparcados y tiendas clavadas como sardinas en lata. En el camping de enfrente, estaban de karaoke. Mucha risa, mucha hoguera, mucha barbacoa. Todo un ambientazo, of course, pero no podíamos con nuestra alma. Alli no se podía estar. ¿Y qué tal la disparatada idea de acampar en playa abierta, en la misma orilla del Erie, en Presque, PA? Tampoco pudo ser, porque de noche, la mitad superior de la península se cierra con valla, que casi nos tragamos. Y en la ciudad, ni hablar. Una cosa es ser valientes, otra muy diferente es ser temerarios. Sólo quedaba una opción… seguir al volante.

Tira millas por la local 5, pegaditos al lago. Nos teníamos que inclinar sobre el volante, del cansancio: “primer camping, a dormir. Esté como esté”, nos decíamos. Sólo tuvimos que conducir 25 millas más, 7 después de pasar un cartelito que rezaba… “Bienvenidos al Estado de Nueva York - The Empire State”.


Era un camping de casas móviles, esas grandotas que te las traen con un tráiler y te las plantan donde les dices. Nos daba igual. Todo el mundo dormía, no había vigilancia. Aparcamos alejados, para no molestar. Sacamos el saco, y a dormir, al lado del coche, con las estrellas sobre la cabeza. No hubo tiempo de regodearse con ellas. Era la 1:31 de la madrugada, tras 693 millas. Al minuto, dormíamos.

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