Tuesday, March 18, 2008

Brincando por Monterrey y el Cerro de la Silla (I)


Tras dos meses y medio frenéticos, liquidando el primer semestre, con sus correspondientes exámenes finales, empezando el segundo semestre, actualizando los currícula escolares, una pila de teacher trainings, horas extras y tutorías por un tubo, y siete horas diarias a grito pelao con nuestros queridos 164 cenutrios y cenutrias, llegó el ansiado descanso, la semanita de Spring Break. Una expectativa de siete días que sabía a gloria.

¿Siete días en Gringolandia, arrancando moqueta y sellando azulejos? No..., no, queridos. Not us. Estamos contentos, sí; con la casa en propiedad (¡valiente eufemismo!) nos ha vuelto la ilusión y la furia creativa, pero hacía falta desconectar de tanto atracón de Houston. Menudo empacho de Houston, ojjjj... ¿Solución? La saben ustedes mejor que Kurotora: sentarse frente al volante, y salir escopeteados a México.


Tras unos imprevistos de último minuto, como está mandado (:-P), salimos la madrugada del viernes al sábado 15. Directos a Laredo, cruzamos el periférico de San Antonio a eso de las 8 de la mañana...

Nos encontramos con camiones remolcados al revés,



santos a tutiplén,

amistosas armerías (será de esas de dos rifles por uno. Y nos preguntamos: si compramos cinco, ¿nos regalan un bazooka?... Ditos tejanos...)



México, ahí estás, tras el río Bravo.


Serían las 11 de la mañana, más o menos, del sábado 15 cuando cruzamos la frontera entre Laredo, Texas y Nuevo Laredo, Tamaulipas. Nos dirigimos a Monterrey, Nuevo León...

Cruzar la frontera es cambiar de planeta...





Impresionantes cortes de estratos en Nuevo León...



No en vano vamos a estar atravesando,
durante horas,
el altiplano mexicano en la estribación norte
de la Sierra Madre Oriental.


La estatal 85 nos lleva a Monterrey, y a un impresionante atasco de tráfico, donde nos vuela más de un cuarto de déposito de combustible. Mientras tanto, unos primaverales 43 grados celsius aparecían en el termómetro del coche. Pasando las cinco de la tarde, desde la avenida Eugenio Garza Sada, el tráfico nos permite sacar la cámara y fotografiar lo que hemos venido a buscar: el cerro de la Silla.
Esta vista es desde el SEE. Lo llevábamos viendo un par de horas, porque el cerro de la Silla domina todo el sureste de Monterrey (dos veces Madrid...).

La intención es subirlo. Preferentemente el pico Norte, el más alto. Pero hemos llegado demasiado tarde; se nos haría de noche en plena ascensión. Decidimos esperar a mañana y seguir los consejos que otros montañeros novoleoneses nos dieron por correo electrónico: Vaya a ver esto... vaya a ver lo otro... vaya a mi pueblo... no; vaya al mío, que es más bonito...

Dirección Montemorelos, NL por la autovía 85, para ver la cascada de la Cola de Caballo. Gozo en un pozo, aquello parece la estación de metro de Bellas Artes en México DF en plena hora punta; la cascada lo vale, pero preferimos dar media vuelta antes de recibir una buena tunda de codazos.
...Se nota que son vacaciones escolares en Texas.
Una paradita en Allende, NL -¡Ayyyy, ya se fastidió el invento del Trivial!- que estaba en plena feria regional...

Allende tiene detalles curiosos. El reloj del ayuntamiento reza 1912-1936. Nos viene a la cabeza el desastre de la guerra de Marruecos, Monte Arruit, la Semana Trágica de Barcelona, la dictadura de Primo de Rivera, la esperanza de la II República, el Alzamiento militar, el primer año de la guerra civil... nuestras dos generaciones precedentes quedaron profundamente marcadas por estos brutales acontecimientos.

Y mientras tanto, aquí se dirimía la revolución, la guerra civil y el periodo constituyente... En efecto, españoles y mexicanos pese a pertenecer a dos mundos diferentes con un océano en medio, poseemos similares miserias.














Ya que estamos donde estamos, hacemos una visita al río Ramos.











En algunos rincones no tan limpio como aparece en ciertos blogs locales...










Pero la parte más cristalina nos viene al pelo para desquitarnos del monumental atasco de Monterrey.




El río Ramos huele igual que el río Júcar en julio de 1975, igual que las vacaciones en Cuenca, el parque de Santa Ana, las abubillas, la mano de nuestro abuelo, la caña de pescar casera, las encinas, las acacias, nuestro primer barbo. Río Ramos 2008, río Júcar 1975... Dios Bendito, ¡exactamente igual!

Salimos como una sopa (lógicamente), y qué decir de lo bien que vendría una ducha. Pero nos parece que estos lujos asiáticos aquí... van a ser que no. Escurrido de ropa, enrolle de pelo en toalla, y para Monterrey, again, porque ya ha oscurecido y es demasiado tarde. Ya no hay tiempo para ir la Boquilla o a la Estanzuela.

Rotos de tanto conducir y poco dormir, pernoctamos siete horas como ángeles a buen resguardo en la colonia Bosque de la Pastora, en la misma falda del cerro de la Silla, con estas vistas de Monterrey. Y






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